Se ha lesionado el niñato.

El cómo la intriga puede convertir un lunes sin aspiraciones en un lunes en el que tener algo en lo que pensar, algo más allá de aquello que no hace más que corromperte la meninge. La situación parte de la no esperada aparición de un tipo que se llama igual que tú y al que le han puesto la etiqueta de artista sin él quererlo, porque la etiqueta sólo tiene sentido si es roja o negra y está envolviendo algo de whisky más que de whiskey. Dice que sólo crea, que aunque llueva crea pero no sabe que crea. El término crear es tan genuino como post-dañino. ¿Y si para crear bastara con sentarse en una sala que tiene un estúpido nombre que nadie sabe porque lo tiene con alguien que pudiese ser desde un panadero hasta Lola Eiffel y escuchar sus disertaciones?

Es un tipo que arrima sus orejas a las paredes para oír lo que dicen, pero no estoy seguro que las escuche.

Aunque no siempre hace falta escuchar para entender.

Lo bueno de que llueva es que tus gustos tendenciosos en cualquier arte escénica pero más en la musical se mueven sin rumbo como se mueve una veleta en un día de tornado. De esas con forma de gallo. Escuchas el disco más Radiohead de Los Piratas mientras comes una manzana más madura que verde y sólo piensas en lo que trama. El misterio irresoluble a corto plazo hace que en un alarde de paso atrás y perspectiva no te quede más remedio que asumir que para saber el final tienes que esperar a ver el final, porque en este final pintas más bien poco.

¿Y si ahora apareciera un artista plástico con la capacidad de hacer como si te conoce de toda la vida? La magia de hacerte sentir cómodo está tan infravalorada como la magia de hacer sentir incómodo a alguien que quieras que se sienta así. Es algo superior. Te nombra jurado y crítico de arte por una hora en la que tienes el mismo prestigio que él para decidir si algo es bueno o malo. La magia del relativismo postmodernista hace que no te puedas equivocar nunca y con tu perilla invisible haces que tu imaginación cree palabras que rebotan en esa infraestructura estilo Le Corbusier y hasta suenen bien.

No necesitas nada más que un poco del verdadero Johnny Cash.

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Call it magic. Call it truth.

Se podría decir que he dejado de echarte de menos para pasar a necesitarte. Pero en un plano mucho menos romántico y anhelante de lo que pueda parecer. De hecho todo es puro egoísmo. Te empiezo a necesitar aquí porque tu presencia me vuelve más humilde. Tu sonrisa amansa a cualquier amenaza de crear destrucción, de ver algo arder porque sí. El hecho de que te necesite va más allá que recuerde cada día tu aroma y suspire cada vez que lo haga. Incluso va más allá de las ganas de dormir contigo. Es el hecho diagnosticado de que cuando estás en mi atmósfera el aire es puro, limpio, prometedor, esperanzador, revolucionario, de esos revolucionarios que sólo ganan jugando con palabras y un arsenal de paciencia, puro espectáculo. El problema viene cuándo abandonas mi aire y todo se contamina hasta el punto de que de un sólo gramo de humo tienda a multiplicarse por cada centímetro que te alejes. En realidad me encantaría decirte lo que es esto de otra manera, de una dulce o de una escatológica manera según sea por la mañana o por la noche, o según tenga ganas de mirarte y admirarte o de follarte, pero la imperante realidad es que es total dependencia que emana de cada geocéntrica huella que salga de una de mis pisadas. Esto igual se considera jugar a perder o una huida hacia delante, pero cuando eres un tipo más brillante que la media y consciente de ello estableces ciertas prioridades que no decirlas en voz alta a quien las tiene que escuchar sería como rechazar algo inevitablemente bueno. Es triste, desolador, objetivamente dañino, pero si cada día de verano que pasaba contigo era un poco mejor persona me hace pensar que tal vez dentro de mil de esos días llegue a ser digno de ti y todo cambie, todo cambie para mejor, a esos tiempos en los que no importaba nada, sólo que el espacio tiempo compartido fuera lo más cercano e interino posible. El úsame sin miedo se transforma en pura literatura y en la única cosa en la que he estado totalmente seguro en mi dextrometorfada vida.

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