La realidad es que tienes un año más de lo que piensas porque empezamos a contar en el uno y no en el cero

Suave pretensión de color amarillo que contrasta con el gris. Una estación en la que esperar y en la que nunca viajar. El contacto que hace el agua fría al tocar el asfalto que una vez estuvo seco es una banda sonora triste de violín y trompeta. Aunque el agua cae del cielo en aquel lugar la fabrican. La inventan. Es como vender arena en el desierto para comprarla un céntimo por encima del precio de coste. Un brillo de matiz dorado y mirada cristalina con un eco tranquilo pero decidido. Una explicación demasiado larga que al final del primer renglón pierde todo hilo y sentido. La ausencia me regala una presencia breve y no del todo deseable, aunque termina tornando en algo sutil y agradable. Demasiado tiempo esperando a que la canción que suena en mi cabeza se meza sobre la partitura que equilibra la placa que estoy pisando. El compás siempre entra tarde y a veces el enchufe da corriente.

Las 22:03 en algún lugar pero aquí la segunda vez pasa justo sesenta minutos antes. Forma parte del trágico suceder de la espiral en cuesta, del rizo que no sale del bucle y del aroma que no se va ni con el almizcle más lisérgico y envalentonado que te hace cosquillas en tus finas y alargadas fosas. Pero no pasa nada. Se reinventa y se reutiliza. O se cose y se canta. La erre antes que la e tiene ese trasfondo de segunda oportunidad y de acorde de principiante. Llegar a otro nivel nunca antes había sido tan difícil, y antes de la primera curva las nauseas del mareo ya me avisan de que el pleonasmo de la villa con el languidecer de mi rostro mientras mi órgano lluvioso itera y se estanca quiere volver a pensar en ti en positivo. Y se olvida de lo negativo. Y tengo que volver a mirarme la palma de la mano donde llevo escrito eso que hace que no me lo piense ni dos veces.

Y casi me lo creo.

Y lo del fuego. Y lo del hielo. Y lo del campo lleno de cuchillos y cenizas. En el solar ya no cabe un sol más y patrocinar la desgracia es mirar achinando los ojos porque no ves bien de lejos. Lo físico explota y quiere coquetear con lo que está debajo de la piel. Pero sólo se frota con la tapa. La tapa del deuvedé de Regreso al Futuro mientras te explico por segunda y multiversal vez que el título debería ser regreso al presente.

Nunca regreso al pasado, aunque después de que la arena de mi castillo se me haya metido en los ojos por culpa del viento de guitarra sea lo que mi inconsciente me obligue a hacer. Fuera de aquí hace frío. La luz ya no parpadea y el faro apunta directamente a tierra. Se ha originado un destrozo pero es más fácil mirar hacia el otro lado. Echa una sábana por encima y hagamos como que no ha pasado nada. A mí me vale.

Un tobillo que gira hasta que no puede más y la incompleta búsqueda de un tesoro imposible de encontrar porque el suelo está lleno de equis. No va mal. No creo que me lo merezca, pero si los zapatos nuevos no quieren dejar de brillar no soy yo quien para dejar de pisar lecho de color blanco y rosa. Pantone que tranquiliza pero que tampoco me dice nada. El techo me lo sé de memoria y siempre empiezo a pintar el lienzo por abajo a la derecha. La casa no tiene cimientos porque la cantera está demasiado lejos y porque es más emocionante vivir al día.

Tararea más fuerte.

unnamed

enfocar en fonéticamente estonio es empezar a perder