Hoy tenemos entradas de primera fila para asistir a la obra maestra de hacerse mayor

Es el día uno. Dice que dura tres días. Aunque también dice que aquí sólo existen dos de los tres tiempos verbales. Como lo de la tragedia y la distancia. El pasado se pliega sobre el presente y el futuro soló es más pasado. Es como pesarse el día 24 por la mañana y ponerte un reto muy poco ambicioso. Un kilo y medio no está del todo mal pero la niebla filtra el tuétano y esa balanza es tan exacta como el criterio de los pulgares de la persona que te mira con cara larga. Está perdida pero siempre ha sabido donde estaba, aunque todo está tan cambiado que la tierra blanda y el fino musgo no hacen más que de pista de aterrizaje de un solo infinito.

Kitsch y excesivamente luminoso. Algo que haría minimalista al barroco más Bizarro. La chaqueta de lana se hace bolas pero ese vestido tan largo se le hace bola. Imagina que cada cosa que hicieras tuviera una etiqueta con el momento y el lugar exacto en el que hacer esa cosa. Un manual de instrucciones del agua estancada. Fluir sólo es 9 en número atómico y sorber la sopa es peor que derrocar la súper estructura eregida y follarte la sociedad de clases. Nunca te arden las manos porque para eso haría falta fuego.

Cuidado. Puede moverse en cualquier dirección.

Aplastar el suflé de melocotón y después sazonarlo con un poquito de sangre de Ana Bolena y un collar de perlas. Yo no entiendo la tradición pero instauraría la costumbre de que no dejaras de mover los ojos en mi dirección. Lo cristalino cristaliza y sólo creo en lo que me cuentas una vez al día. El manual de estilo sólo tiene una norma: no pares de hacerlo hasta que te diga que pares de hacerlo. Una talla más por si acaso y avisa de que hoy no llegarás a la hora de cenar. Derrapa por la derecha con esa media sonrisa mientras miras al techo.

Esto lo estoy mirando desde una perspectiva determinista porque si escojo cualquier otra creo que dentro de unos días en el pasado el tallo dejará de mecerse y se romperá. No es ciclo sino espiral. Jugar a hablar en serio dentro de la habitación de un soldado es cambiar de careta para decir lo que piensas de verdad. Una noche, una langosta y una hoja menos en el calendario. El desfile de la tensión está casi en el tercer día y yo sólo quiero poner la música muy alta.

Esta vez suena más producido. Más arreglado. Más cuidado. Todo lo que ha aprendido antes lo vuelca en su trabajo más personal. No es el fracasar mejor sino fracasar de otra manera. Pase lo que pase lo voy a odiar como decía el falso Hemingway. Aquí hay tanto silencio que los pensamientos que rondan tu cabeza son cánticos de manifestación. La pancarta sólo tiene dos asientos delante porque nacer muerto no es morir.

Empiezo a pensar que dejaría todo atrás para quedarme a vivir cuando me miras.

rey del terror salón de espejos

Voy a inventarme una leyenda sólo para ponerle nombre a una pista de tenis

Perder el tiempo que no tienes contando muy despacio lo que te pasó anoche. Dividir tu parte para acelerar los procesos. Caminar rápido como si tuviéramos algo que perder. Un encuentro poco probable pero altamente estable. Una máscara inversa veneciana posmoderna y una proyección del resto. Un relato de algo que pasó hace mucho tiempo. Noche concreta. Viaje largo. Primero, poca luz. Después, demasiado ruido. Leo líquido. Escucho con los ojos cerrados. Pienso en ti. Vuelvo a pensar en ti. Asimilo si es en positivo y la rueda toca asfalto. A partir de ese momento todo es igual.

Este sitio te da ganas de escribir filosofía.

El agua nunca sale caliente. Por la mañana tampoco. La tortilla está bastante buena y el tipo que me la sirve tiene respuesta para todo. Cada segundo es una referencia cinéfila que ya he visto. Al tercer café la perspectiva se genera y afuera está lloviendo.

Un taxi aquí es una ruleta rusa tan de juguete como la puerta que nunca cierra del todo. Cruzar avenidas corriendo y otras maneras de que no le importes a nadie. Después, una lista de canciones que no termina nunca de romper y otra lista de animales muertos en la cuneta. Cosas mal grabadas un tanto amarillistas y mucho redoble de tronco afilado. El peor viaje en el tiempo en la atracción turística más echada a perder de la historia. Un vaso de vino caliente que calienta más el pensamiento que el gaznate. Me hago una foto, miro el móvil y te la envío. Dices cosas que me gustan, sonrió y me pongo triste.

El soul no se va a hacer solo.

Pago dos veces por lo mismo y entro a la habitación más escondida de toda la ciudad. Aún no he tomado nada y no sé dónde estoy. Dejo de añorar el frío para empezar a sentirlo. Todo cierra pronto y siempre te acompañan hasta tu silla. Creo que no podría comer esto más de dos días seguidos aunque el vino hace que sea más llevadero. La fiesta es triste y nadie quiere estar allí. Hay un gato que quiere casito pero sólo le dan fotografía. Yo sólo quiero dormir. Y pienso en dormir contigo.

Café con fuente cursiva y un fondo diáfano y lo opuesto a sobrecargado. Muchos paraguas que sólo sirven para tapar el sol porque aquí hace mucho que no llueve. La vista desde la torre más alta hoy está cerrada y encuentro el regalo perfecto para ti. Aquí el vermú sabe distinto y es un cover chill de cualquier éxito pop de la última década. Me sangra la nariz cerca de la estatua del escritor con tupé y bigote y disimulo simulando color primario.

Subir escaleras hasta que te digan que no y que lo hagan en el cuarto escalón.

Todas las ciudades son iguales. Una fotocopia con mucho tóner del uno y muy poco del otro. Carrera de coches de papel y jugársela entre cinco opciones. Equivocarse en el asiento de atrás y jugarlo con encanto en un idioma inventado. Que al llegar no haya nadie y espera a la sonrisa más cálida del distrito centro. Me vuelves a decir cosas que no encajo del todo y bebo rápidamente porque no existe otro modo. La ciudad de noche te mira de una manera distinta. Perder si es perder así no sabe tan mal.

Hoy no he tomado ninguna decisión pero me siento mejor que nunca.

Un café que sabe a lo inesperado y un revolcón de pesadumbre y mirada gacha. Mezclarse con la fauna local nunca fue tan fácil. Después de estos tres días sólo sé que lo establecido la mayor parte de las veces no es lo que conviene y que desde el aire todo engaña y dan ganas de quedarse aquí arriba.

Azul oscuro para nada negro y sóplate el flequillo porque no puede estar más guapa.

la revolución es una taza de desayuno

Cuando el vaso rebose sigue echando porque lo mejor está al final

Hagamos el amor o hagamos la revolución del proletariado. No hay pretensión. Sólo hay transparencia. Cuando creo que es líquido en realidad sólo estás echando un cubito de hielo a algo que sólo quiere evaporarse. Eres capaz de arrancar esa hoja del cuaderno donde tienes todo guionizado pero nada planeado y hacer una pelota con ella para lanzarla al vacío más impredecible de todos. Tú no sabes qué hacer con tu vida y yo no sé qué hacer contigo.

Ni siquiera sabes si quieres ser.

Piensas en querer ser y te pones triste. Piensas en no querer ser y fantaseas con llenar tus venas de aire. Eres final. No existe proceso. El cable está cortado por los dos extremos y tú te empeñas en hacer en la cama el fuerte más derrumbable de todos. Vamos a jugar a un juego y a justificar todo en la dimensión pragmática de tu lenguaje, aunque me hagas transportar a un planeta sin yunque y sin martillo. Allí sólo habitan dos o tres tardígrados, mis ganas de buscarte las vueltas y el disco de carátula azul que tanto nos gusta.

Dices que no hace falta nombrar algo para que exista, pero algo no existe hasta que lo dices en voz alta. Eres fuego. Eres frío de tobillo para abajo. Eres una ley transitiva y eres las ganas de que todo termine mañana. Yo me hago el difícil pero sólo quiero saber que te puedo. Todo es obsoleto antes de ponerle la etiqueta del precio pero tú sólo eres plusvalía de ausencia de diván.

Vino bueno de intención servido de más en copa bastante limpia y sonrisa imbatible que lo ha perdido todo.

Aquel cuadro de tiburones donde se acurrucan esos gatos tan monos que sólo quieren echarse la siesta me hace soñar y hablar mientras duermo. No quiero que me escuches. No quiero despertar. Creo que sé dónde estás. Creo que sé dónde quieres estar. Negroni rima en consonante con el mejor de los principios y aquellas nueve cáscaras de huevo serían una fotografía ideal si tuviera ojo para algo más que no fueras tú.

Ciencia y progreso. Metodología que aburre antes de llegar a la primera de. Orden analítico si sabes por donde empezar. Abrir esas líneas y querer entenderlo todo pero sólo porque es una excusa más para que hables veinte minutos seguidos sin coger aire. Oscilas entre la musicalidad que te apetece sonar y la que se te pega si no tienes cremallera. Había una probabilidad entres trescientas sesenta y cinco y encaja en ese mismo día.

La casualidad llora conmigo en la tercera canción cuando vuelvo a pensar en ello.

Esta noche voy a dibujar todo lo que he escrito.

me lo enseñas en una pantalla

Plétora secreta de aforismos con doble espaciado escritos a mano con el sol de espalda

Me dice que abandone a los clásicos. Que lo que hay que hacer ahora es darle una oportunidad a los nombres largos y a las poses especiales. Está preocupada por el espíritu de su tiempo porque el pasado le da nostalgia. Lo lleva tatuado encima del codo con una palabra muy concreta que ya he olvidado. Sólo sé que terminaba con una a acentuada. Luego me dice que escuche ese grupo que quiere vestir a un pingüino sin i griega porque una vez salió con el cantante de la banda y le enseñó el atardecer más bonito de toda la ciudad.

Lo bueno de los atardeceres es que hay uno cada día.

Siempre llega tarde. La hora es dispersa y su estilo más aún. Vive en una calma tensa donde duerme poco y bebe mucho. La hipersociabilidad es una contradicción en la que está muy a gusto mientras me dice que deje de llamar a esos tipos que vi mear por detrás. Cuando la puerta no está cerrada es una invitación para entrar.

En este sitio no hay un sólo viejo y si no eres un mamarracho se te hará cuesta arriba.

La habilidad de cambiar de opinión cuesta abajo en una calle que le recuerda de dónde viene es entre divertida y desesperante. Muchas tildes y gente caminado por la izquierda. Luego me dijo eso que los dos sabíamos pero que nadie había sabido sacar la conversación. Hacemos como que no ha pasado nada y proyectamos psicodelia. Se rifa un asiento y lo multitudinario pierde porque quiere escuchar mi voz. Hablamos de demografía básica, de puertas del metro, iteraciones y del color rojo. Yo sólo pienso en el azul.

Su mirada me dice tanto que me dan ganas de empezar a tomar notas. El marcapáginas está hecho con cartulina dura y pelo afro. Está a gusto pero intranquila. Quiere que la bese pero ella no quiere besarme primero. Jugamos a mirar por encima de las pestañas. Está sola pero siempre la reciben cuando llega a casa. No se ve envejeciendo en aquel sitio y lo único que pide es aspirar a oler pan de maíz recién hecho cada mañana. No sabe que yo construiría un horno de leña con banda sonora y un timbre con reloj de cuco.

Cuando vamos a comer pizza a aquel sitio donde un cantante indie iba con su chica hace diecinueve años me doy cuenta que allí todo huele y sabe distinto. Es más intenso y puedes masticar la intensidad y la decadencia. Ni siquiera sé si me gusta sin asimilarlo. La trascendencia del aroma. Mientras escojo dos de las tres opciones se encierra en un baño minúsculo mientras me la imagino recordando los tres días de depresión que pasó justo después de tomar ácido. Yo tengo bastante con leer vinilo negro sobre fondo blanco. Hasta que deje de tenerlo.

Todo es tan caro y efímero que cuando paseo con ella siento que estoy estafando al mundo. No recuerdo el trayecto. Ni los pasos que di. Se me ha olvidado el camino y no podría repetirlo nunca. Pero la despedida se proyecta todas las horas impares y con comentarios del director. Seguro que no es para tanto. Seguro que la brevedad idealiza y la distancia endiosa. Es mejor que sea así y que el genocidio contra la belleza emocional estalle en una tregua de quince minutos con visita a la barra. Ha sido una tarde inolvidable como todas las que pasan en un parque.

Estoy un avión donde la chica con flequillo que está a mi lado se ha quedado dormida pensando que no vamos a llegar tarde.

todo se para y se reanuda exactamente igual a los trescientos cincuenta y dos días.

Detrás de todo ese barro puede que haya una trampa

Es un lugar particular y ciertamente entrañable. La gente aquí pregunta y sonríe. Creo que no tienen mucho que perder. Puede que nadie sea de aquí pero de todos modos es donde han terminado. Deambulan de un lado a otro y cuando la cuesta se empina respiran más rápido. El fondo es de color azul y a veces hablan muy alto.

Un tipo que está sentado en un banco mirando al mar mientras toca una guitarra amplificada saluda a todo el mundo y recuerda obviedades escondidas. Cuando la marea baja es la segunda temporada de True Detective. Cuando la marea sube es textura suave y susurrada. Sigo sin oler a lo que todos huelen.

Setecientos sesenta y tres es un número que tiene sentido y contrarrevoluciona. Reinventa y previsiona. A veces escuchas como mastican una rama y tú también quieres. Esperar es crepitar y alisar para después atarse fuerte los cordones y empezar a correr cuesta abajo. No puedes tropezarte si no hay nadie cerca para reírse.

No creo que sea cuestión de compañía porque todo es cuestión de compañía, pero cuando llegas a un sitio como este sólo piensas en jugar con tu pasado. El escenario es escenario y toma falsa cuando no hace tanto que estuviste por aquí. Es curioso como sigues teniendo pase infinito en el columpio más grande del mundo.

Hoy no sé lo que toca pero el naranja me deslumbra. Aquel día rebotabas sobre el fondo porque eras la forma y si mirábamos hacia arriba todo era transparente. Creo que voy a volver a prometer algo en voz baja hasta que casi me lo crea. Hasta que la mirada perdida enfoque y decida.

El tercer y cuarto verso de la primera canción del tercer disco de tu última banda favorita.

socialnorteñadelsur

Tocaban en gimnasios y creo que uno de ellos es el tío de un ala pívot bastante completo de la NBA

Esa casa con estanterías por todos lados está en el medio del campo y siempre es otoño. Bueno, o eso creo, porque no han llegado a enfocar más allá del jardín de la entrada. A veces puedes dar un paseo y te encuentras con unos caballos que te miran y un perro que te mira mal. El aire frío de la boca siempre sale de cada exhalación como si cristalizara el calor al explotar con el exterior. No sé a qué huele pero huele a humedad. En general todo es tranquilo pero hay un negro que se la está pelando en tu sofá. 

Era una de esas tardes que empiezan pronto porque en enero todo acaba antes. De hecho lo mejor que pudo pasar después de aquello fue la celeridad en apurar el último trago a partir del día algo. Intentas mantener una de esas conversaciones triviales para llenar treinta y cinco minutos de línea recta y te sorprendes disertando acerca de las impresoras tres dé. Yo siempre me pido delante porque delante muere menos gente. A no ser que venga un camión por tu lado que entonces la dimensión se desvirtualiza. El ambientador de pino se mastica en mi boca y aparcar en cualquier sitio donde no ponga no aparcar es ganar la liga.  

Parece que todo es como una de esas cenas de parejas donde todo el mundo se da la razón y juegan a ver quién se ríe más alto. Pero luego es todo lo contrario. Que si no sé qué de las gotas en el pelo. Que si tienes problemas para interpretar el tamaño de las cosas. Y al final todo pasa por no haber traído su máquina de pasta. O la pasta hecha, aunque sea. La gente cuando se enfada es muy violento. Y tener una conversación en registro medio y narcótico en un baño con papel pintado, más. 

Después de entrar en la casa de aquella chica, a la que había conocido el día antes pegada a un teléfono apagando fuegos, me siento como vivo. A veces me cuesta no ser don comedia, y otras lo busco hasta que me decía que si me importaba dejar de ser el centro de atención durante cinco minutos. Los cinco minutos de fama y los cinco minutos de drama. Lo malo de beber vino en vasos muy pequeños es que bebes mucho vino sin darte cuenta. Lo bueno de beber vino en vasos muy pequeños es que bebes mucho vino sin darte cuenta. Y bueno, lo geográficamente africano es exótico y creo que lo tengo imantado. No es mi culpa. 

Me parece que se tumba boca arriba con las piernas en alto mientras su chica coge una jeringuilla hasta arriba de semen y se lo introduce por la vagina como quien rellena de bechamel e ilusiones una croqueta desde fuera. Claro, que todo esto no se ve. Todo esto se imagina. Supongo que al principio sale todo bien y al final sale todo mal a juzgar por su reacción en bata de hospital. Es como una elipsis de plano fijo en cuatro tercios que desemboca en una epifanía que no veíamos venir. La verdad es que esta mierda está bastante bien hecha. 

Creo que hablo de más. Creo que escucho de más. Creo que fabulo de más. Sólo hay una cosa mejor que el sexo y es la expectativa de sexo. Me viene a la cabeza esa frase de Pepe o de Pipi si nos ponemos anglos y miro el reloj. Recuerdo que no tengo reloj. Lo que sí recuerdo es porque disfrutaba tanto de aquellas veladas tan incómodas. La tensión hecha mantequilla y la llamada eterna de fusión calórica hecha disculpa falsa.  

No echo de menos eso y no volvería por nada del mundo, pero si lo recuerdo en cuatro tercios me hace estirarme, mirar y al techo y reírme bastante fuerte. 

el tercero por la izquierda siempre entraba tarde

Literalmente quiere decir gusano de oreja

Recuerdo el mismo camino con las mismas luces distorsionando la misma línea recta. Un momento en el que el naranja gana por poco tiempo. La cadencia lenta de un latir cada dieciséis segundos. Una mujer con un la letra ge en el nombre y poniendo muchas clavijas en sus respectivos puertos. No sé lo que duraba pero no se hacía largo. Simetría de cinco líneas y cuadratura de cuatro tercios. Es la remasterización de algo que apenas vieron cuatro amigos. Supongo que soy el menos indicado para hablar de lo que creo y de lo que resquebrajo. 

La nostalgia de un futuro que no ha llegado. Un escenario de algo que no pasará y todos los universos que giran cerca de él. Aquel día también me apoyé en algo y dejé que mi mirada se perdiese. Era crisis. Otra clase de crisis, pero siempre es crisis. La identidad es un constructo tan inabarcable que no debí haber escogido la caja. Ahora sólo quiero jugar a que estoy enfadado y que tú me contestas aún más enfadada. El día se hace largo. Sobre todo hacia el final. 

Me he acostumbrado a ir rápido aunque no tenga dónde ir. La rueda siempre está caliente pero rehúyo la pregunta. No sé si es el formato y el contraste que está muy bajo pero fatalismo es tocar piel con madera. Pensé que era dúctil, pero sólo oscila. Una vez creí que todo era un estado mental y resulta que son nauseas y pintura debajo de las uñas. No hay otra pared detrás de la pared. No hace falta que la haya. Basta con pulsar siempre la misma nota. 

La inmediatez rima con los ojos en blanco, y ya hace demasiado tiempo que todo es un entremés de algo que nunca va a suceder. Reniego de la expectativa como si fuera una piedra en el zapato. Intento construir una imagen que resulta más vistosa desde arriba a la derecha, pero en realidad estoy descalzo. No existe nada que frotar y sólo recuerdo flashes de algo que me hizo ser feliz sin ni siquiera saberlo. 

Señala en este muñeco la apatía y la desazón. Reviéntalo contra la tapia y escucha como hace crac. No deja de ser una analogía burda y primitiva pero el silencio empieza a ser inaguantable. Algo que no permita escuchar lo que pienso. Algo que permita que esa carta explote. 

Era casi el mismo día y la arruga seguía sin peinar.

leche y miel #1

Podría negar la belleza de este mundo extraño desde el asiento de atrás pero prefiero ver como el vaho va haciendo que cada vez veas menos

Áspera textura de moqueta pesada y sobrecargada. Últimamente no era un miércoles si aquel tipo de pose exagerada, rostro de careta de Carnaval y mirada nerviosa no me preguntaba qué iba a ver. Calor que se mastica y ese particular aroma que te hace viajar a un tiempo donde los proyectores olían a plástico nuevo y caliente; y el humo y ausencia de insonorización te trasladan a seis lugares a la vez. Vives todos pero no vives en ninguno. No es que sea un toc ni nada parecido, pero si no me siento en la fila tres butaca uno el mundo explotará. Aunque desde la fila tres butaca dos tendría un asiento privilegiado para contemplar el espectáculo que ni una estrella del hip hop adicta al crack para ver el partido de las estrellas. Hoy ponen la película más grotesca y morbosa que se ha hecho. No entiendo cómo me atrapa de esa manera, pero ver a gente triste y excitada durante casi dos horas me reconcilia con la raza humana. 

Iluminación tenue y desenfocada. Música excesiva de acorde mayor y sintetizador. Fluido que salta en tapicería y mordisco que pule piel dura. Bienvenidos al atasco del estoicismo de la decadencia. 

La cuestión está en que si te dicen si viajarías atrás o adelante en el tiempo contestarías que al pasado, aunque lo que en realidad desearías es el futuro pero no quieres hacerte destripe de tu propia caída de imperio de papel. Es entendible. Si las mejores películas no tienen giro final sólo les queda mirar el reloj esperando al acto final.  

Lo malo de estar en la tercera fila es que no ves lo que pasa detrás de ti. Lo bueno de estar en tercera fila es que estás en tercera fila.  

En aquella sala en la que había que serpentear entre impaciencia y un prolijo pasillo sólo había dos tipos con ganas de no tenerse ganas, aun yendo a ver la película en la que más desgana se tienen los protagonistas pero que peor lo disimulan. Si tuviera que quedarme con una escena es aquella en la que ella se enfada porque la cinta de VHS se atasca y no puede terminarse la paja viendo como aquel simulacro de seguridad con peleles dentro de un coche sale mal. Las perversiones son libres y todo con agua y jabón termina lubricando adecuadamente. 

Evasión. Mirada. Final. Aplausos con las orejas y crujido de cuello. No habría apartado la mirada por nada del mundo, pero por cuatro pavos tampoco vas a tocar el cielo. Salgo del cine mientras ese particular olor se impregna a mi piel como se impregna la sangre en la peluca de aquel tipo. Cualquier pieza de arte que te suscita semejante alteración se merece un rato de regodeo y sonrisa canalla.  Acto de constricción de fuera hacia dentro hasta que te dan las largas. 

Después de ello, un paseo. Si fuera ficción sería otra cosa, pero en ese momento coordino mi actividad psicomotriz con el leve pensamiento en la dulce pretensión de tercera ola. Me recuerda a un pasado que fue peor pero con la incorporación de esperanzadores matices. La verdad es que no le doy muchas vueltas más que aquel día en el que jugué a hacerme el encantador y se partía con mis chistes. Tampoco hay nada malo en que se quedé ahí, será que no le intereso. No es una revelación muy elaborada o trascendental pero me ayuda a chapotear en las arenas movedizas. 

Creo que ya sé por qué tienen esa obsesión con la muerte de James Dean. No son jóvenes, tampoco viven rápido y desde luego no dejarán un bonito cadáver, pero eso no quita que se lo puedan montar a lo bestia dentro de un coche en el túnel de lavado mientras el conductor de labios gruesos no sabe qué decir. Hay silencios que son muy elocuentes. Otros que no lo son tanto. 

Puedes seguir buscando. Es de color azul y siempre está más cerca de lo que piensas. 

sueño el triunfo de alguien que lo merece

Le empecé a hacer caso porque siempre me han gustado los títulos largos

Le he dado al pausa y veo su rostro tranquilo. Es verdad que es natural y espontáneo. Para nada impostado. Es una flor que crece en mitad de la arena. No sé. Es consustancial y me despierta tranquilidad y ternura. Eso sí que es extraño. Últimamente todo pesa más y cae más lento. Todo levita pero orbita demasiado. Cuesta el doble y satisface la mitad. Muchos dicen que no son capaz de concentrarse desde que pasó todo esto. Creo que me pasa al revés. Soy incapaz de dejar de concentrarme. 

Duermo pero no duermo. Mi cabeza va tan rápido que ni el lenguaje que escucho en el silencio articula un sentido. Sé que estoy dormido pero no debería saberlo, debería paladearlo. Anoche soñé una de esas cosas que te joden el día. No porque el sueño fuera malo, sino porque el misterio que lo envuelve es una niebla que no se disipa y no sé qué cojones más. Salías en él, pero no sé quién eras. La frustración de la ausencia de puntualidad como subtexto de la trama y el anhelo de tocar unos labios con los que había soñado en el metasueño anterior y siguiente. Todo tenía color pero estaba apagado. Llegaba caminando y me iba sonriendo. En realidad sabía el final pero siempre hago como que no. Es raro. El mundo es extraño hasta cuando está todo a oscuras. 

Pero esa es sólo una escena más de las sesenta o setenta que se pasean cada noche. Pero no pasa nada. O mejor dicho, qué importancia tiene, como decía aquel tipo de El Extranjero de Camus. Aunque pensándolo bien acababa condenado a muerte evocando cuando iba a la plaza del pueblo a ver ejecuciones con su madre y gritaba que no creía en nada. Si no creer en nada va a hacer que termines gritándole en la boca a un capellán igual un poco sí que merece la pena. 

Es cuestión de postal anacrónica en tiempo posmoderno. 

O líquido. 

Leer a Bauman me deprime porque le pone palabras a lo que ya sé. Saber que todo eso lo hizo teniendo todos los años del mundo no lo hace más llevadero. La diferencia entre líquido y cristal son nueve semanas de pretensión amable pero de rugosa entrada. Conducir una hora en lugar de dos es la mejor noticia en el último día mientras la burbuja de etanol sube uno coma seis de intensidad. Lo hago por tus efectos, no por tus discutibles virtudes. 

Un artículo infinito que acaba con una exasperación. La letra B escrita como ya no se escribe. Una mirada perdida consecuencia de la hemofilia y un vestido de color rosa que a contra luz traiciona y muestra le mezcla de lágrima y kétchup. Es motivante tener una pelota en tu tejado. Lo es más dejar la ventana abierta y quedarte la pelota para siempre, aunque tenga compost casero impregnado. El terrario vacila pero no derrapa. 

No es nostálgico. Ni bucólico. Siempre es melancólico. Sólo es divertido si estás dentro de mi cabeza y Polonia es el peor país del mundo.

esencialismo es reduccionismo simple en 7500 caracteres

Todo pasa en el mismo apartamento en el que siempre hay una excusa para quedarse veinte minutos más

Soy un auténtico cliché con patas. Unas patas largas y bonitas, después de todo. Da igual hacia donde oscile la cadencia de la gracia en la desgracia que siempre termino escuchando los mismos acordes y con el mismo contacto metálico en la comisura de los labios. Es eterno retorno. Es eterno. Y es retorno porque es rutina, rutina de que la rueda chirría siempre al pasar por el mismo sitio. No hay ninguna equis en el suelo pero sé exactamente dónde va a tropezar. Es puro empirismo. Es la paradoja de los listos.

Todo parece tan la copia de una copia de otra copia que estoy a punto de quedarme a vivir en las ojeras de Edward Norton. Y después golpearme muy fuerte para caer de espaldas contra una mesa de cristal y que todo haga crac. Sobre todo que todo suene crac. Creo que ya entiendo lo de los mundos paralelos, los desdoblamientos de realidades y cualquiera de esas mierdas que un tipo con muchos papeles colgados en la pared te puede explicar usando un lápiz y un vaso de papel. Otra vez la paradoja esa que te grita al oído y que te impide follar con tu abuela por muy buena que estuviese en 1946.

El contacto con la velocidad de lo que me rodea ahora es tan lento que me abruma. A veces es más rápido que un chino al piano, pero da igual, porque ya está de vuelta de todo. Es salir del retrete con papel higiénico pegado al zapato. Cualquier minuto del día que sirva para olvidar dónde estás es una batalla ganada. Y sólo hay una manera de ganar la guerra. Me dan igual treinta que cuarenta minutos. Si es una hora, hasta dejo que el café se enfríe. Eso sí, que la sonrisa irónica que levanta las cejas no te la quite nadie. Es como gritar bajo el agua. Como cruzar la estación de autobuses por la mitad.

Me gusta que me piten. Siento que me tienen en cuenta.

Ahora el frío aprieta más que antes y el suelo tarda un poco más en calentarse. La ausencia de intensidad ya no es algo valorable, sino necesario, y cualquier cosa que sea natural sin que lleve puesta la etiqueta de natural es tan deseable como aquellos bonitos y gruesos labios de finales de febrero y principios de marzo.

Si una rana te pide un beso, no se lo des. El dinero está en la rana que habla.

difumina tanto hasta que sólo lo veas cuando te alejes

Llegamos tarde a cenar pero al menos comprendí el significado de lo de mismo sitio distinto lugar

Vuelvo a descubrir mi mirada perdida, mi sensación de volver a masticar sangre y a recordar la tendencia a dejarse cosas abiertas. Nunca hay línea recta. Hay picos, valles, meandros e islas donde si te lo montas bien puedes lanzar unas cuantas botellas de cristal con mensajes que nunca leerá. Es poético que con el mismo arma emocional de envoltorio de fragua puedas improvisar un arma arrojadiza y punzante que se clava en músculo y no para de girar. Pero no se parece en nada a montar en una noria. Más bien es como ver girar un pollo en un asador.

La sonrisa irónica de Sinatra y su nudo de corbata a medio ajustar me evoca etapa pretérita en la que todo era vacío y escama. Todo es cíclico si te inventas el ciclo, y aunque piense que eso sea una vulgar patraña no paro de ver el mismo cactus en cada desierto una y otra vez. Podría copiarte el estilo y decir en voz alta cosas que ni yo mismo me crea, pero mi proceso es más introspectivo y prefiero llamar la atención con los tobillos descubiertos. Yo no escribo historia porque disfruto haciéndola, sólo que si la historia la narran los vencidos no termina de decirte nada.

Puedes maquinar tu adaptación a cualquier reacción que dará igual, porque una sola frase trastoca el plan y tu modus operandi se desfasa más que el terciopelo. Al final te queda lo de siempre, ser rápido, aunque si lo eres en exceso corres el riesgo de mirar a tu lado, y después mirar atrás, y que sólo veas un puntito del que ya es imposible detectar su olor. Supongo que hay guerras que duraron más y de las que vuelves cantando.

Y al día siguiente, ¿qué? Supongo que es como meterte setas y dejar que la ruleta rusa de la psilocina decida cómo de obtuso te vas a encontrar cuando te despiertes. Siento muchas cosas y ninguna en orden. Saltan a la comba y todas se tropiezan. La frustración entra tarde como el bajista que no ensaya. El enfado tiende a colarse en la fila y a hablar muy alto. La comprensión es un gorro gracioso de color amarillo que hace que las cámaras de seguridad no te puedan grabar. Un poco de ansiedad de esa que se exterioriza no dejándote pisar las rayas del suelo y un cachi de desidia y hastío que deja el empanado de las croquetas en el fondo.

Es un ramune sin gas. Un jarabe que no cura. Una rueda que embarra.

Ahora no sé si ovillo, si pistola o si mes de julio, pero es lo único que me calma. Cose y canta con verbos frasales que los días cada vez duran menos y el invierno va a ser muy largo.

2×06

Si reiniciar supone empezar de nuevo pulsando el mismo botón esperando que pase algo diferente igual deberíamos cambiar de palabra

 

Hoy volví a pensar en ti. No, fue ayer. En realidad hace tres días. Sólo lo hago por las noches y un rato no muy largo. Si el lugar de la reflexión es duro e incómodo, mejor. No es en positivo. Tampoco en desiderativo. Es en potencial. Pero siempre fuiste una diosa en potencia y el demonio en esencia. Ya no sé ni cómo es tu esencia. Es mi manera de convencerme. Otra cosa que también hago es hacerlo justo antes de quedarme dormido, en ese estado tan susceptible y alterable como es el de la vigilia en el que según pasa el tiempo todo se hace cada vez más complicado de distinguir entre si es real o fantástico. Todo empezó hace algo menos de una semana en la que te encontré en un sueño. Lo onírico, a menudo, además de ser disperso e inconexo, es tramposo y está hinchado, pero también te puede joder el día. Espera. Estoy buscando las palabras.

Es verano. Lo es desde el 14 de marzo. El verano más raro de tu vida. Un verano inolvidable. En el año que no iba a pasar nada pasa de todo y todo el rato. Y a veces pasas en mi cabeza. Antes no pasabas. Ni siquiera aún yendo en una de esas bicis con la rueda delantera gigante habrías vuelto a despertar mi interés. Pero esa mañana de nube gris y asfalto caliente mi cabeza decidió que la alfombra no soportaba más cosas debajo de ella.

Supongo que alguien se meo en mi alfombra.

Y lo digo en voz alta. Y miro al mar mientras dos de mis amigos me escuchan y las palabras se deslizan por mi garganta como trineo en nieve de cuesta abajo. Y sólo hay aplauso y reconocimiento, pero la fórmula sigue sin cuadrar. Es raro. Me gustan las rarezas. Pero esta rareza no es la luz en la cueva.

Y no tiene sentido. Y nunca lo tuvo. Pero es que es todo lo contrario a lo racional. Apareces en un flash en color sepia en el que estás más tiempo en una metapantalla que bailando frente a mis ojos cerrados, y la sensación es que has estado saltando encima de mi cama hace seis minutos y que si has dejado de hacerlo es porque se te ha antojado un zumo de naranja sin pulpa. El proceso es largo, ya me resulta hasta tedioso. He probado a hacerlo sin manos, con una venda en los ojos o atravesando un aro de fuego, y nada. También lo he intentado leyendo 19Q4 al revés, viendo dos veces la tercera o la cuarta de Tarkovsky o rellenando el modelo 303, y menos. Es un sino. Una poesía que no rima. Eres la espuma que nunca se seca.

La defensa de lo inerte y lo reactivo de lo irascible.

Joder, eres un tardígrado. Tu inconsciente capacidad de adaptación hace que seas indestructible. Vives en lava y vives en agujero negro, pero como mejor te lo pasarías es en una estrella que circula por el gélido espacio exterior hasta convertirse en lágrima un día de agosto mientras dos paletos miran al cielo y se dan cuenta de que no cambiarían ese momento por nada del mundo.

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voy a esculpir el tiempo en una montaña de sal

La realidad es que tienes un año más de lo que piensas porque empezamos a contar en el uno y no en el cero

Suave pretensión de color amarillo que contrasta con el gris. Una estación en la que esperar y en la que nunca viajar. El contacto que hace el agua fría al tocar el asfalto que una vez estuvo seco es una banda sonora triste de violín y trompeta. Aunque el agua cae del cielo en aquel lugar la fabrican. La inventan. Es como vender arena en el desierto para comprarla un céntimo por encima del precio de coste. Un brillo de matiz dorado y mirada cristalina con un eco tranquilo pero decidido. Una explicación demasiado larga que al final del primer renglón pierde todo hilo y sentido. La ausencia me regala una presencia breve y no del todo deseable, aunque termina tornando en algo sutil y agradable. Demasiado tiempo esperando a que la canción que suena en mi cabeza se meza sobre la partitura que equilibra la placa que estoy pisando. El compás siempre entra tarde y a veces el enchufe da corriente.

Las 22:03 en algún lugar pero aquí la segunda vez pasa justo sesenta minutos antes. Forma parte del trágico suceder de la espiral en cuesta, del rizo que no sale del bucle y del aroma que no se va ni con el almizcle más lisérgico y envalentonado que te hace cosquillas en tus finas y alargadas fosas. Pero no pasa nada. Se reinventa y se reutiliza. O se cose y se canta. La erre antes que la e tiene ese trasfondo de segunda oportunidad y de acorde de principiante. Llegar a otro nivel nunca antes había sido tan difícil, y antes de la primera curva las nauseas del mareo ya me avisan de que el pleonasmo de la villa con el languidecer de mi rostro mientras mi órgano lluvioso itera y se estanca quiere volver a pensar en ti en positivo. Y se olvida de lo negativo. Y tengo que volver a mirarme la palma de la mano donde llevo escrito eso que hace que no me lo piense ni dos veces.

Y casi me lo creo.

Y lo del fuego. Y lo del hielo. Y lo del campo lleno de cuchillos y cenizas. En el solar ya no cabe un sol más y patrocinar la desgracia es mirar achinando los ojos porque no ves bien de lejos. Lo físico explota y quiere coquetear con lo que está debajo de la piel. Pero sólo se frota con la tapa. La tapa del deuvedé de Regreso al Futuro mientras te explico por segunda y multiversal vez que el título debería ser regreso al presente.

Nunca regreso al pasado, aunque después de que la arena de mi castillo se me haya metido en los ojos por culpa del viento de guitarra sea lo que mi inconsciente me obligue a hacer. Fuera de aquí hace frío. La luz ya no parpadea y el faro apunta directamente a tierra. Se ha originado un destrozo pero es más fácil mirar hacia el otro lado. Echa una sábana por encima y hagamos como que no ha pasado nada. A mí me vale.

Un tobillo que gira hasta que no puede más y la incompleta búsqueda de un tesoro imposible de encontrar porque el suelo está lleno de equis. No va mal. No creo que me lo merezca, pero si los zapatos nuevos no quieren dejar de brillar no soy yo quien para dejar de pisar lecho de color blanco y rosa. Pantone que tranquiliza pero que tampoco me dice nada. El techo me lo sé de memoria y siempre empiezo a pintar el lienzo por abajo a la derecha. La casa no tiene cimientos porque la cantera está demasiado lejos y porque es más emocionante vivir al día.

Tararea más fuerte.

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enfocar en fonéticamente estonio es empezar a perder

La gracia está en que no te puedes alejar de él aunque piense que es una gallina porque tú necesitas los huevos

Llegar a este sitio es bastante sencillo. Muy asequible y para nada inhóspito. Se puede ver casi levantando la vista únicamente. Lo sabrás porque la sombra que proyecta vuelve todo gélido y lo hace de noche. En este lugar a veces hace sol, otras llueve, y otras está a punto de romper el cielo. Un cielo oscuro que respira un aire húmedo que sirve de telonero para un volver a empezar. Da igual como esté el cielo porque siempre hace frío. Pero no pasa nada, siempre me he desenvuelto mejor en el frío. Tal vez por eso me cuesta tanto salir de aquí. Es una inferencia muy consciente pero también muy tramposa. Después de todo nadie ha inventado lo insensible.

El camino es algo empedrado, cuesta arriba, pero no es nada difícil de recorrer. Mientras caminas tienes tiempo para pensar en tus cosas, en cómo has llegado hasta allí y en preguntarte todo el rato si has cerrado o no el coche con llave para terminar por asumir que da absolutamente igual. A veces tienes que detenerte porque pasa un rebaño de ovejas, y ante eso lo mejor que puedes hacer es sentarte en el suelo y disfrutar de lo que estás viendo. Si te enfadas y empiezas a farfullar improperios entre dientes puede que el universo conspire para que nunca más puedas volver a ponerte un gorro de lana y todos puedan ver tus ideas. La tensión sube y el aire es tan puro que no esperas que el lugar en el que termina golpeando sea algo con tan poca proyección.

Igual siempre hace frío porque siempre está en su palacio de hielo.

Recorres la verja y está totalmente electrificada. Tiene más de tres metros de alambre y si intentas treparla lo normal es que se te clave y todas tus tripas se desgarren. Eso lo sé porque lo he visto. Eso lo sé porque me ha pasado. El camino más largo a veces es el camino más corto piensas en voz alta mientras una parte de ti te repite que por qué tiene que haber camino. La senda llevaba un tiempo sin ser pisada y han crecido algunas amapolas en los lados.

El color rojo de la sangre queda muy bien sobre el blanco de la nieve.

No existe una puerta secreta o una contraseña que te permita entrar porque siempre has estado dentro. Crees que estás caminando, buscando una entrada, cuando lo que deberías estar haciendo es hallar una salida. Una maniobra de escapismo que termine con un lavado de cerebro y un borrado de memoria. No es cuestión de teoría o ideales, o de descubrir una fórmula universal. Ni siquiera sabes lo que es. Y como es más fácil caminar en línea recta que dar la vuelta sigues marchando como si nada rodeando a un cerro que te encierra y que hace que no puedas desandar lo pisado. Es curioso como puedes llegar a pensar que todo lo que estás haciendo es fruto de tu libertad cuando no eres más libre que un tigre en una jaula de seis por ocho.

Es un laberinto. No paras de ver el mismo arbusto una y otra vez y la noche es más larga de lo que debería. El silencio a veces torna en algo que sólo suena en tu cabeza y al no tener a nadie cerca no puedes preguntar si tú también lo has oído. Son las dos primeras páginas de La Metamorfosis en bucle. Es mirar al sol y que tus pupilas no reaccionen. Es tener sueño y es incapacidad de pasar de la vigilia. Tienes que esperar con ansia a que el torturador venga porque será el único contacto humano que tengas. Es una utopía en forma de espiral de la que no puedes entrever la puerta de entrada ni la de salida.

Sí. Sólo suena en tu cabeza. Es la calma y el mutismo etéreo sólo interrumpido por la lágrima hecha lluvia y cortada por el viento.

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deconstrucción y dividir las tres mitades

El resultado nunca es inerte y siempre es altamente reactivo como si nunca quisiéramos que sedimente

Creo que habían pasado dos días desde que había vuelto a casa. Todo era más extraño que antes y cada cosa que sucedía era nueva siendo lo de siempre. Me fui a escuchar un concierto de la orquesta sinfónica en uno de esos días que hace un calor que ralentiza todo. Estaba lejos del escenario y la perspectiva era genial, pero lo realmente genial es estar muy cerca y que todo lo que pase te abrume. Que cada nota te retumbe en el pecho sin tener tiempo para descubrir de dónde ha venido porque para entonces ya te han golpeado diez más. El teatro y la música siempre hay que verlos lo más cerca posible. Sentir el sudor de la actriz y la lágrima del actor.

El silencio de esas noches de verano es algo único. Es calma, pero no calma tensa. Apenas es interrumpido por algún lamento de la naturaleza o porque pisas un insecto con exoesqueleto y hace crac. Es como llorar en el mar. Aprovechas el momento para romperte un poco más por dentro y tener la excusa sonora que te acompaña. En realidad no es un insecto en tu zapato, es una piedra más que ha decidido no soltarse y que se engancha entre esternón y diafragma. La sutileza del ambiente que te mece acariciándote detrás de la cabeza como queriéndote consolar pero siendo incapaz de mentirte para decir que eso estará ahí dentro mucho tiempo.

Hay veces que unos están incrustados en la pared. Otros se hacen los muertos esperando a que pase todo. Alguno simplemente corre hacia ti como si fuera una huida hacia delante. La mayoría no tiene ni idea de lo que está pasando. Seguramente ni sepan que está pasando algo. Todo lo que me pasa tiene cierto eco y redoble si miras al cielo y al suelo. Puedes encontrarle el sentido a todo si lo que quieres es encontrar el sentido, pero sólo te lo estarás inventando. Pero no pasa nada. Siempre hay algo peor que no comprender y es no intentar hacerlo. Aunque te den la explicación menos rigurosa hecha voz te puede servir para dar un paso más y hacer de tu torpeza un aterrizaje perfecto.

Pocas cosas más preciosas que escuchar, aunque no siempre sea lo que quieras oír. Un día eres un niño bajito y atlético al que le interesa la magia y ver cómo sus padres juegan a no darse la razón y al siguiente terminas enamorándote de una asiática adoptiva treinta años más joven que tú. Por eso nunca tienes que dejar de escuchar aunque el ruido no te deje. Siempre habrá trazas de distorsión, pero si lo haces con cariño y esmero rozarás lo trascendental aunque tardes más de ocho meses en descubrirlo.

La poesía no empieza y termina en el minuto exacto de esa canción, no. La poesía es todo lo que la inspira. Todo lo que inspiró antes de hacerse verso.

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son tres minutos cada día pero son mis tres minutos de cada día