Podría negar la belleza de este mundo extraño desde el asiento de atrás pero prefiero ver como el vaho va haciendo que cada vez veas menos

Áspera textura de moqueta pesada y sobrecargada. Últimamente no era un miércoles si aquel tipo de pose exagerada, rostro de careta de Carnaval y mirada nerviosa no me preguntaba qué iba a ver. Calor que se mastica y ese particular aroma que te hace viajar a un tiempo donde los proyectores olían a plástico nuevo y caliente; y el humo y ausencia de insonorización te trasladan a seis lugares a la vez. Vives todos pero no vives en ninguno. No es que sea un toc ni nada parecido, pero si no me siento en la fila tres butaca uno el mundo explotará. Aunque desde la fila tres butaca dos tendría un asiento privilegiado para contemplar el espectáculo que ni una estrella del hip hop adicta al crack para ver el partido de las estrellas. Hoy ponen la película más grotesca y morbosa que se ha hecho. No entiendo cómo me atrapa de esa manera, pero ver a gente triste y excitada durante casi dos horas me reconcilia con la raza humana. 

Iluminación tenue y desenfocada. Música excesiva de acorde mayor y sintetizador. Fluido que salta en tapicería y mordisco que pule piel dura. Bienvenidos al atasco del estoicismo de la decadencia. 

La cuestión está en que si te dicen si viajarías atrás o adelante en el tiempo contestarías que al pasado, aunque lo que en realidad desearías es el futuro pero no quieres hacerte destripe de tu propia caída de imperio de papel. Es entendible. Si las mejores películas no tienen giro final sólo les queda mirar el reloj esperando al acto final.  

Lo malo de estar en la tercera fila es que no ves lo que pasa detrás de ti. Lo bueno de estar en tercera fila es que estás en tercera fila.  

En aquella sala en la que había que serpentear entre impaciencia y un prolijo pasillo sólo había dos tipos con ganas de no tenerse ganas, aun yendo a ver la película en la que más desgana se tienen los protagonistas pero que peor lo disimulan. Si tuviera que quedarme con una escena es aquella en la que ella se enfada porque la cinta de VHS se atasca y no puede terminarse la paja viendo como aquel simulacro de seguridad con peleles dentro de un coche sale mal. Las perversiones son libres y todo con agua y jabón termina lubricando adecuadamente. 

Evasión. Mirada. Final. Aplausos con las orejas y crujido de cuello. No habría apartado la mirada por nada del mundo, pero por cuatro pavos tampoco vas a tocar el cielo. Salgo del cine mientras ese particular olor se impregna a mi piel como se impregna la sangre en la peluca de aquel tipo. Cualquier pieza de arte que te suscita semejante alteración se merece un rato de regodeo y sonrisa canalla.  Acto de constricción de fuera hacia dentro hasta que te dan las largas. 

Después de ello, un paseo. Si fuera ficción sería otra cosa, pero en ese momento coordino mi actividad psicomotriz con el leve pensamiento en la dulce pretensión de tercera ola. Me recuerda a un pasado que fue peor pero con la incorporación de esperanzadores matices. La verdad es que no le doy muchas vueltas más que aquel día en el que jugué a hacerme el encantador y se partía con mis chistes. Tampoco hay nada malo en que se quedé ahí, será que no le intereso. No es una revelación muy elaborada o trascendental pero me ayuda a chapotear en las arenas movedizas. 

Creo que ya sé por qué tienen esa obsesión con la muerte de James Dean. No son jóvenes, tampoco viven rápido y desde luego no dejarán un bonito cadáver, pero eso no quita que se lo puedan montar a lo bestia dentro de un coche en el túnel de lavado mientras el conductor de labios gruesos no sabe qué decir. Hay silencios que son muy elocuentes. Otros que no lo son tanto. 

Puedes seguir buscando. Es de color azul y siempre está más cerca de lo que piensas. 

sueño el triunfo de alguien que lo merece